Alterofobia
Un jocoso presentador de una emisora de radio (pongamos que era RAC-1) declaró que estaba contento de la eliminación copera del Barça porque eso permitió el 6 a 1 del Zaragoza al Madrid. Y el resto de los contertulios reían alborozados mientras sonaban de fondo unas jotas y la narración de los goles maños. Me pareció una falta de respeto. El fútbol se ha convertido en el desprecio al rival, el menoscabo absoluto del "otro". Para muchos aficionados, la derrota del "otro" es más dulce que la propia victoria.
A esa obsesión enfermiza la llamo (perdón por el neologismo) alterofobia, el desprecio por el otro. Esta enfermedad contagiosa tiene al menos cinco síntomas:
- El alterofóbico tiende a simplificar al otro y reducirlo a un conjunto de tópicos
- El alterofóbico amplifica cualquier crítica que recibe del otro
- El alterofóbico, sin embargo, critica sin desmayo al otro y exige el derecho a hacerlo
- Los alterofóbicos de uno y otro lado se alimentan y necesitan. Utilizan las mismas armas y, en el fondo, los mismos argumentos
- El alterofóbico es enemigo del alterofílico (sin hache). Exige la plena dedicación de "los suyos" en la cruzada contra "los otros". No hay puentes. Capuletos contra Montescos
El principal proceso de hostilidad se genera con el principio de la espiral: "El alterofóbico está convencido de la conspiración de "los otros" contra él y adopta una actitud de resistencia, que es recibida como una agresión por "los otros". Éstos contestan la agresión, lo que permite validar al alterofóbico su impresión del desprecio de los otros. Y, en respuesta, lanza otra ofensiva. Etcétera, etcétera".
La comparación es exagerada, lo sé. Pero las relaciones Cataluña - España empiezan a seguir algunos de estos patrones. En este proceso, la influencia del PP no es poca: su actitud anticatalana no sólo es irresponsable sino también absolutamente falaz. Mienten, y lo saben. Pero también debemos empezar a señalar a los pirómanos que a un lado y otro del Ebro propagan el virus de la alterofobia. Aquéllos que celebran las derrotas ajenas como victorias propias o que convierten en temas de estado la más banal de las disputas. Es la hora de la alterofilia, la de los puentes, la de Romeo y Julieta, vaya.
Comentaris
Repasemos datos. Esquerra, desde que llegó la democracia, ha sido siempre un partido marginal, en consonancia con su ideología fascista de izquierda. En las últimas elecciones, celebradas bajo el trauma de un atentado, Esquerra consiguió su mejor resultado en unas generales (638.902 votos), y el pepé uno de los peores (626.107). No sé porqué esa manía en que uno es un partido irrelevante y el otro es la novia de la fiesta. En las del 2000 es aún más de risa: el pepé sacó cuatro veces más votos que las camisas pardas (768.318 votos frente a 190.292)
En fin, no hay más que leer a los de esquerra para ver quien ejerce, a conciencia, de alterofóbico en Cataluña.
Yo he dicho que hay alterofóbicos a uno y otro lado y que ha llegado el momento de señalarlos con el dedo. Un ejemplo: me dio vergüenza, mucha vergüenza, la actitud de algunos catalanes con el tema de Madrid 2012. Por lo tanto, no excluyo a nadie.
De todas formas, lo del PP no tiene nombre. No hablo del PP catalán. Ojalá en Génova escuchasen más a Piqué, a Vendrell o a López (o a mi buen amigo Llobet). Hablo del PP. Su obsesión anticatalana es hiriente, injusta y empieza a tener tintes de ópera bufa. De verdad. Lo del idioma, lo del Estatut, lo de los papeles... Es una persecución.
El drama es que dentro de dos años las comunidades gobernadas por el PP aprobarán estatutos similiares y no pasará nada.
El PP está azuzando una brecha entre Cataluña y España. No digo que sea el único responsable. Pero debería ser más razonable, más ponderado, más veraz.
Pero no quiero poner el acento en el PP. Sólo quería decir que es muy fácil construir puentes. Que es muy fácil evitar los equívocos. Que es muy fácil lograr una cierta entente allí donde ahora empieza a haber resentimiento. Y mucho más divertido. Ésa es la propuesta.
Que un partido defienda que un archivo no debe moverse de donde está no es anticatalán, (quizá la unesco lo sea) como no es antiaragonés que la diputación de lérida no quiera devolver unos cuadros que no son suyos. No confundamos la lucha política con dividir a la gente entre buenos españoles y malos españoles, o buenos y malos catalanes.
Que un partido o un sector defienda que una de las lenguas oficiales de Cataluña está perseguida no es ser anticatalán, igual que durante el franquismo no era ser antiespañol defender el derecho de los ciudadanos a hablar catalán.
En fin, que uno critique ese texto lamentable en forma de Estatuto que habéis aprobado no me convierte en anticalanes por hacerlo. En Telemadrid nunca saldrá un rubianes paniaguado diciendo: ojalá les exploten los cojones a los catalanes, entre la risa cómplice del presentador. Somos muchos los españoles que nos sentimos compatriotas de los catalanes, que nos gusta el catalán y que nos gusta Cataluña, pero que empezamos a estar cansados de esta queja eterna de incomprensión; de este victimismo atroz, de ese aire de superioridad que se gastan las élites catalanas, como si en el resto de España estuvieramos todo el día tumbados al sol o no tuviéramos aún agua corriente en las casas.
En fin, hablando del proyecto del Estatuto, lo de la mención a los derechos históricos es una muestra más del analfabetismo de los políticos en general. Reivindicar eso como fuente de legitimidad es, ni más ni menos, que volver al antiguo régimen, cuando había derechos en función del lugar de nacimiento. Que esto lo reivindique la izquierda es francamente sorprendente...
Això de buscar signatures contra l'Estatut ja es pot considerar una acció absolutista i de ser un referent de l'Espanya del franquisme. No ens enganyem, el PP és l'herència franquista i no volem recordar ara la història de la guerra civil. Catalunya i el PSOE no volen tornar amb la mateixa moneda per que això és el què vol que fem el PP, simplement s' obren al diàleg i obren amb paciència sobre aquestes circumstàncies tan crispadores, tot esperant que tothom vegi qui és el dolent de la pel.lícula.
Partiendo de esta realidad cuesta mucho menos entender que los hinchas sean sobre todo anti-otros hinchas. Cuesta mucho menos entender la maniqueización del contrario: luchar contra el demonio no dá cargo de conciencia. Cuesta mucho menos entender la amplificación de los insultos: mientras más felonías existan mayor justificación tendrá la sangría. Cuesta mucho menos entender el cruce de acusaciones: el hincha se erige en salvaguarda de las esencias de su patria y defensor de los que no pueden coger la espada. Cuesta mucho menos entender la estupidización hasta su total anulación de la lógica y de la razón. Cuesta mucho menos entender que no hay soluciones intermedias: el enemigo debe desaparecer de la existencia.
Saludos.