Nacionalismos (III)

Hemos roto la geografía clásica. La que ayudaba a los estados nación a ser lo que eran. Los primeros síntomas son la ruptura del sentido de comunidad, la efimeralidad y la heterotopía. Me gustaría aportar cuatro nuevos argumentos: la irrupción de la nanoescala, la estructura en red, la globalización y la identidad en destino.

La nanoescala

David Harvey (uno de mis autores favoritos) pronosticó hace unos años la crisis de la geografía clásica. La capacidad de situar las empresas, el ocio o la residencia en cualquier lugar hacía añicos todos los modelos clásicos de la geografía convencional (el valor la distancia, la proximidad...). Pero paradójicamente, eso supuso la emergencia de nuevos criterios geográficos. Si una empresa puede ser situada en cualquier espacio, las condiciones del lugar (sociales, económicas, ambientales, paisajísticas, económicas...) adquieren una relevancia capital. De la tiranía de la fricción de la distancia (Zaragoza prospera porque está a medio camino entre Barcelona y Madrid), hemos pasado al valor de lo local.

Las decisiones (económicas o sociales) están basadas ahora en la nanoescala y no en los ámbitos geográficos superiores. Las empresas escogen ciudades o polígonos por sus condiciones locales; las personas escogemos residencia después de valorar las condiciones singulares de una localidad a partir de decenas de criterios específicos (desde la calidad de las escuelas a las zonas verdes, pasando por el precio de la vivienda o la estética del barrio viejo). Por eso, las ciudades compiten entre sí. Por eso, hemos asistido a la eclosión del city marqueting. En muchos sentidos, el estado "se ha quedado demasiado grande".

La estructura en red

"Madrid se va". La frase afortunada de Maragall en El País (que luego completó con su excelente artículo "Madrid se ha ido") describe acertadamente la estrategia de la capital. Madrid ya no juega a ser el centro de un territorio castellano o ibérico, sino una metrópolis europea a escala internacional. Digamos que le interesa más la Champion's que la Liga. Los problemas de Madrid, sus enlaces, sus referentes, sus musicales, sus sistemas de transporte o sus estrategias de futuro (de los Juegos a los grandes museos) están muy lejos de la trama urbana castellana. Madrid forma parte de un sistema en red discontinuo que le une con Amsterdam, con Milán, con Barcelona, con Berlín o con Estocolmo. París, Londres o Nueva York están en otra dimensión.

La creación de redes urbanas o geolinks (sugiero el neologismo) es una consecuencia de la irrupción de la nanoescala. Las ciudades no buscan relaciones con su hinterland sino que se enlazan con otros nodos más o menos lejanos. Pienso por ejemplo en el Grupo de Universidades G7, la clásica Eurocities, la Asociación Internacional de Congresos y Convenciones (ICCA), la red de ciudades educadoras, la red de juderías Caminos de Sefarad, la red C-6 de ciudades euromediterráneas, la red de ciudades AVE (un día incluso Barcelona formará parte) y un infinito etcétera. Las ciudades se relacionan con sus semejantes y olvidan, poco a poco, las conexiones territoriales con sus vecinos. De hecho, los campos de trigo cercanos no sirven ya para abastecer a los habitantes de la ciudad; son cosechados para una empresa multinacional que los distribuye hacia mercados lejanos.

La globalización

Si los estados se debilitan por abajo, la sangría aún es más evidente por arriba. Es evidente que los procesos económicos dependen en buena medida de factores exógenos, factores que operan en una escala internacional: el precio del crudo, la movilidad de empresas, los paradigmas económicos, las grandes bolsas... El comercio tiene un carácter internacional desde hace siglos; también son históricos los flujos de capital o de bienes, servicios y mano de obra (los esclavos africanos en América, sin ir más lejos). Pero hasta hace no mucho, las economías nacionales utilizaban bienes, servicios o capitales internacionales.

Pero ahora ya no hay economías nacionales. La base nacional no sirve para explicar los procesos económicos. Las economías tienen ahora un dimensión internacional. Los procesos económicos están interconectados: la salud turística de España depende de la inestabilidad del Mediterráneo Oriental, la pesca de la Costa Brava decae por la invasión de pescado griego y argentino, las empresas téxtiles de Marruecos tiene capital catalán, la reducción de la producción de bauxita en Australia genera una sobreproducción en Guinea... En fin, hay miles de evidencias sobre la globalización económica, que es también cultural, social o ideológica. La mayor parte de los procesos son cocinados fuera de los límites de las fronteras de los estados.

La identidad en destino

En este juego de erosión por encima y por debajo (con perdón) de los estados, los ciudadanos estamos creamos identidades en destino. No creo que las identidades en origen se pierdan. Las cosas tienen su génesis, su ADN y su etiqueta de origen (made in Andorra pongamos por caso). Todos sabemos que Ikea es escandinavo, que el wok es oriental y que las slow cities nacen en Italia. También es cierto que consumimos bienes y servicios de origen confuso (¿es de algún sitio el youtube o el flickr?).

Pero el debate no es tanto bienes locales frente a bienes globales (la resistencia de la localidad frente al determinismo de la globalidad). Más bien al contrario. Ahora, los individuos consumen bienes locales (con un origen definido) pero en nuevos destinos. A mi me gusta cocinar en un wok, aderezo con curry, le doy a la témpura y suelo pedir un mojito en el Juanita Banana. Siempre le echo una ojeada a la Gazzetta y no me pierdo La Bustina de Minerva de Umberto Eco a l'Expresso. Me gustan las películas argentinas, los partidos de la NHL y la NBA y las partidas del rumano Nisipeanu o el ruso Khalifman. Los individuos consumimos bienes locales, pero lejos de su origen. En realidad, las identidades se crean en los destinos. No sé si me explico.

Comentaris

Anònim ha dit…
vaya tabarra con los nacionalismos. a ver si acaba de una vez con esta historia, que ya huele
Anònim ha dit…
No sé. Jo crec que tu ets una excepció. La gent no llegeix Eco ni cuina en woks. Es fan truites de patates i miren el Tomate. Ens uneix una tele comú, uns diaris comuns i uns referents comuns.

Els estats creen les seves nacions. Amb els programes de les assignatures, les televisions, l'estètica dels senyals de les autopistes, les pel·lícules que mirem, els Gran Hermano o la Lliga de futbol. Tot ajuda a crear una maionesa que dóna la raó al principi ontològic de l'estat - nació: una nació, un estat.
Anònim ha dit…
Abans volia dir que el DNI espanyol crea identitats espanyoles. Som espanyols per imposició. Però ho som. I em temo que ho serem.
Pedro ha dit…
T'agrada la NHL? No fotis! Jo sóc dels blackhawks de tota la vida, però també m'han caigut bé els kings en èpoques de crisi dels de Chicago.

Jo, com a bon minyó, he fet els deures i he llegit "grans imperis, petites nacions", m'ha semblat un bon llibre i estic d'acord en què els estats-nació es desfan per dalt i per baix, sobretot en referència al segon anònim.
Alfons ha dit…
Amic José Antonio,
Llegint-te atentament considero que tens tota la raó, els Estats perden poder per dalt i per baix, per la Unió Europea o l'autonomia d'algunes regions o nacions, per exemple.
Però insisteixo que, potser, els nacionalismes no perdran, per aquest procés, força política.
De moment, no sembla que hagi estat així. Però potser la globalització, si no ens mata de misèria, sí que ens farà més tolerants. Esperem-ho. Jo tampoc vull estar en el mateix ramat d'un jove que avui m'he trobat amb una camiseta d'orgull rural, rapat i amb botes militars. Voldria, més aviat, aprofitar totes aquestes oportunitats de les quals has parlat en el teu text.
En tot cas, durant entreguerres la crisi occidental que presentava Spengler, és a dir, la pèrdua de referents per un canvi o modernització ràpida, va provocar una gran crisi que va fer precisament que molts arrelessin en la terra, en el nacionalisme. La filosofia de Heidegger, el seu ésser, així s'ha d'entendre. Diu Semprún que per això mai va renegar de la seva amistad amb els nazis, perquè hagués estat com renunciar a la seva filosofia. Tots dos, ideologia heideggeriana i nacionalsocialisme foren sobretot tipus d'ultranacionalisme. I precisament en un context d'important crisi de desarrelament. Bé... No vull ser catastròfic, que aviat semblaré en Valentí Puig a l'ABC, que aviat planteja crisis mundials, guerres, desastres, per culpa dels esquerronosos irresponsables o dels perillosos habitants d'orient. En fi... Una abraçada, Alfons.
Anònim ha dit…
Interesante, como los anteriores. Al margen de la "oportunidad" de su razonamiento, creo que su visión, siendo cierta, sin embargo no es generalizable.

Una cosa es que los estados cambien, perdiendo por arriba (cosa que tranquiliza), debido a uniones políticas impuestas por la realidad económica y otra, es la visión personal e intransferible que tengamos sobre ese cambio a partir de nuestra experiencia. Ahí es donde no coincido con lo que dice pues, en mi opinión, la mayoría, digamos metafóricamente, no come en wok ni sabe lo que es (aunque lo sepa). Son (somos, que ya sabe como somos los guapos) una minoría los que hemos dejado atrás el atavismo territorial por una visión cosmopolita del mundo. Pero somos una minoría. La gran mayoría no sale de su zona, y cuando sale, su cerebro no sale (recuerdo un artículo de Carod en el avui sobre un viaje al L'Alguer donde solo le falto que le pusieran la pulserita je je je).

Es ahí dónde radica la fuerza de los nacionalistas de cualquier especie. Donde radica la fuerza de prejuicio y de la ignorancia (recuerdo, así como ejemplo, otro artículo, también de Carod, sobre el AVE madrid-sevilla que era cojonundo de lo que digo. Decía que solo iban toreros, aristócratas y famosos je je je).

Además aquí en España, esta cuestión adquiere una dimensión particular debido al sistema que prima a los partidos que defienden posiciones nacionalistas. La particularidad radica en esa mezcla entre la actitud previa de muchos y la influencia (por ejemplo en la educación, intereses creados, en fin que le voy a contar) de la filosofía que defienden esos partidos, potenciándose el problema hasta el límite del conflicto. Las consecuencias las sufren, sobretodo, aquellas zonas influidas por los nacionalistas aunque parece que no las ven hasta que ya es tarde. Fíjese, el P. Vasco casi sin inmigrantes.

Cuando habla de las ciudades cita el caso de Madrid. Recuerdo una entrevista realizada en Telemadrid a Anasagasti. Dijo que cuando el llego a Madrid en 1985 ésta era una ciudad pequeña, poco importante. Ahora, dijo, es una ciudad-estado "como debe ser" se le escapó. En mi opinión, el crecimiento y desarrollo de Madrid se debe, además de a la mejora general de todos, a la eclosión nacionalista en las zonas más prósperas de España con el franquismo. Esa eclosión ha sido un formidable freno para ellas, limitando inversiones y dejando, en subida libre, a la capital, ciudad que por cierto no sigue el desarrollo típico europeo (a lo Milán, Estocolmo, etc.) sino más bien (y ahora más) al americano de los Angeles, por ejemplo (me entero hoy de que quieren construir el centro comercial más grande Europa al lado de una radial de las que ha hecho Espe).

Termino que me voya a la cama. El desnacionalizador que desnacionalize, buen desnacionalizador será...

PD: Habrá leido, supongo, que no habrá nuevo sistema de financiación hasta no sé cuándo. Ve Ud. Y encima, joder, Múgica recurre (con el alivio de alguno, me dá).
Donaire ha dit…
Pedro

Jo soc un incondicional dels Canadiens de Montreal. Hi vaig estar durant una temporada i anava sovint a veure els partits. Adrenalina pura.

Jo coincideixo amb un 90% amb el llibre d'en Colomer. Hi ha algunes qüestions amb les que discreparia, però en essència, la seva tesi és la meva. Per dalt, els estats es desagnen en estructures més grans. Per sota, la capacitat democràtica de ciutats i micronacions és molt superior a estats cada vegada més abstractes.

Per això, ens hauríem de plantejar si la gran fita del nacionalisme català ha de ser un estat.
Donaire ha dit…
Alfons

Jo tinc una formació basada en el materialisme històric. Avui, però, ja no crec que la base material actuï de forma directa sobre la suprastructura, és a dir, que els processos socials i econòmics expiquin les ideologies, les idees i les construccions mentals.

Aquest és un tema força interessant: Idees que actuen tot i que la realitat a la que fan referència ha canviat. En un post posava un exemple: l'admiració burgesa pels títols nobiliaris, en un moment en què ja no tenien cap utilitat. Hi ha alguns estudis molt interessants a l'Europa de l'Est, que estudien la inèrcia d'algunes pautes socials comunistes, en un entorn plenament capitalista. No dic pautes econòmiques, sinó socials.

El nacionalisme té, crec, el mateix problema. És una ideologia molt efectiva, amb una forta capacitat de mobilització. Però el món (la base material) està canviant i algunes tesis nacionalistes, basades en els principis del XIX, no es poden sustentar en el nou ordre social i econòmic.

En Vicente Verdú ha explicat molt bé l'eix central de l'erosió del model d'estat - nació: la societat relacional. Com he explicat, ara podem crear xarxes de relacions sense base espacial. La ficció nacionalista força els individus a creure's que són afins als seus veïns, només pel fet de ser veïns. Però ara es donen les condicions socials i tecnològiques per establir vincles d'afinitat amb persones i col·lectius realment afins.

Acabo (perdona per l'extensió). Una de les coses que més em fascina del nacionalisme és que tampoc pot evitar aquests processos. És molt interessant el projecte GALEUSCA (Galícia, Euskadi i Catalunya), perquè no deixa de ser un link a-espacial. O la simpatia dels nacionalistes vers els gaèl·lics, els quebecoises, els corsos o els bretons. Una prova més que la capacitat d'enllaçar és més forta que la capacitat de tancar.
Donaire ha dit…
don Güebos

1. Siempre se deja usted la crisis del Estado "por debajo". De todas formas, mi argumento central no es que la gobernanza se instale en sistemas superiores o inferiores. Eso no es tan novedoso. HAce cuatro días entrábamos en la República de Weimar. Y lo de la CEE tiene ya unos cuantos años.

Lo que es nuevo (creo) es la sensación creciente de que se deban establecer vínculos no territoriales. Aquí estamos usted y yo hablando tan ricamente, sin necesidad de pedir previamente el DNI. Eso si es nuevo. El fin de la geografía clásica.

2. Tiene usted razón con lo de los prejuicios. Ayer sin ir más lejos en Catalunya Ràdio hablaban de Extremadura como si fuera Mali. Es lo que tiene viajar poco y leer menos.También hay prejuicios en la otra dirección: que si en Cataluña se presigue por las calles a los que hablan en castellano (y se les marca con una cruz las puertas), que si Franco apoyó la industria catalana para tener sujeta la burguesía de Barcelona y otras lindeces. Deberíamos crear un blog anti-prejuicios.

3. De todas formas, tengo que confesar que incluso en este tema usted y yo estamos lejos, muy lejos. Usted está encantado con el fin del estado. Y a mi me preocupa mucho. Yo constato que el modelo tradicional irá perdiendo fuelle y acabará siendo un apósito folclórico. Un divertimento junto con el fútbol, los calzoncillos de Bertín Osborne o Gran Hermano 128. Pero en vez de salir a la calle y gritar contento por el fin del estado opresor, me lamento por la pérdida de un elemento de contrapeso a la tiranía del mercado. Vaya. Que yo estoy por crear otros modelos de control social y económico (eso que ustedes llaman liberticidas) que permitan la justicia social, la equidad y esas martingalas en las que aún creemos los socialdemócratas.

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