Cuaderno de viaje
Día 1.
Iniciamos el curso alto del río San Francisco, a su paso por Alagoas uno de los estados más míseros de Brasil. Aunque una presa ha limitado su fuerza, la lengua de agua se abre paso entre el viejo zócalo. No hay ni rastro del bosque atlántico. Nos rodea la caatinga, un manto seco que parece un remake del chaparral.
Día 2.
Paseamos por la vieja usina abandonada de Angiquiño. Hubo una época en la que la industria se asentaba en el territorio con la sensibilidad de un cirujano. Las piezas de la fábrica encajan en el cañón como si formasen parte del paisaje. El juego de tuberías, de ascensores, de vías o de grúas han quedado fijados a la roca y ya no es posible imaginar el curso alto sin la vieja usina y su bellísima escalera en zigzag.
Día 3.
Imaginen un catálogo de colores, como un Pantone. Piensen que pueden pintar cada casa del pueblo con un color único. Cierren los ojos. Bienvenidos a Piranhas.
Paseo a solas por las calles de Piranhas. De una vieja casona salen los ecos de varias trompetas. Un viejo desdentado me habla desde su banco de piedra y aunque no entiendo casi nada de lo que me dice, creo que tiene razón.
La ciudad está flanqueada por dos cimas, a las que se accede por largas escaleras de madera. Dicen los locales que son el camino del cielo y del infierno: una lleva a la iglesia; la otra, al bar.
Día 4.
El tiempo se ha detenido desde la Pousada de Maria Bonita en Piranhas. Salimos del pueblo muy temprano. Enseguida, cruzamos el sendero que sigue los pasos del cangaço, los bandoleros que habitaron en la caatinga durante décadas. Llegamos a la cueva de Angicos. Era de madrugada. Un destacamento de militares asaltaron por sorpresa el refugio del más célebre de los cangaceiros, Lampiao, que murió junto a su mujer María Bonita y ocho de sus hombres. Ahora recuerdo la fotografía. Diez cabezas dispuestas de forma regular, con Lampiao en el centro.
Día 5.
Los pueblos del curso medio son receptáculos de miseria. ¿Entenderían ellos nuestros problemas?. Después de varias horas por caminos de polvo y piedra, me parece muy lejano el debate de las autovías. Anoto en mi cuaderno el valor de la perspectiva.
El río discurre con sigilo. Apenas se oye el chapoteo de unos niños en el agua, que ríen de forma espontánea a nuestro paso. Me doy cuenta que no he oido ni un solo llanto.
Día 6.
Llegamos a Penedo, una ciudad que se encontró tan bella en el XVIII que decidió no crecer más. Como una versión urbana de Peter Pan. Deambulando por la ciudad, entramos en un viejo caserón del XIX invadido por centenares de libros antiguos. Cenamos yacaré, el bacalao del San Francisco.
Día 7.
El barquero no entiende nuestro interés por el curso bajo del río. Son más de tres horas de recorrido. Aparecen los primeros manglares y la esbeltez de los cocoteros, como la nube de columnas de una catedral gótica. Y de repente, el manto de arena que deja el río casi a la desembocadura, decenas de kilómetros de dunas punteadas por palmeras. Hay momentos en los que ante la contundencia de la naturaleza, sólo cabe contemplar. Y callar.
Iniciamos el curso alto del río San Francisco, a su paso por Alagoas uno de los estados más míseros de Brasil. Aunque una presa ha limitado su fuerza, la lengua de agua se abre paso entre el viejo zócalo. No hay ni rastro del bosque atlántico. Nos rodea la caatinga, un manto seco que parece un remake del chaparral.
Día 2.
Paseamos por la vieja usina abandonada de Angiquiño. Hubo una época en la que la industria se asentaba en el territorio con la sensibilidad de un cirujano. Las piezas de la fábrica encajan en el cañón como si formasen parte del paisaje. El juego de tuberías, de ascensores, de vías o de grúas han quedado fijados a la roca y ya no es posible imaginar el curso alto sin la vieja usina y su bellísima escalera en zigzag.
Día 3.
Imaginen un catálogo de colores, como un Pantone. Piensen que pueden pintar cada casa del pueblo con un color único. Cierren los ojos. Bienvenidos a Piranhas.
Paseo a solas por las calles de Piranhas. De una vieja casona salen los ecos de varias trompetas. Un viejo desdentado me habla desde su banco de piedra y aunque no entiendo casi nada de lo que me dice, creo que tiene razón.
La ciudad está flanqueada por dos cimas, a las que se accede por largas escaleras de madera. Dicen los locales que son el camino del cielo y del infierno: una lleva a la iglesia; la otra, al bar.
Día 4.
El tiempo se ha detenido desde la Pousada de Maria Bonita en Piranhas. Salimos del pueblo muy temprano. Enseguida, cruzamos el sendero que sigue los pasos del cangaço, los bandoleros que habitaron en la caatinga durante décadas. Llegamos a la cueva de Angicos. Era de madrugada. Un destacamento de militares asaltaron por sorpresa el refugio del más célebre de los cangaceiros, Lampiao, que murió junto a su mujer María Bonita y ocho de sus hombres. Ahora recuerdo la fotografía. Diez cabezas dispuestas de forma regular, con Lampiao en el centro.
Día 5.
Los pueblos del curso medio son receptáculos de miseria. ¿Entenderían ellos nuestros problemas?. Después de varias horas por caminos de polvo y piedra, me parece muy lejano el debate de las autovías. Anoto en mi cuaderno el valor de la perspectiva.
El río discurre con sigilo. Apenas se oye el chapoteo de unos niños en el agua, que ríen de forma espontánea a nuestro paso. Me doy cuenta que no he oido ni un solo llanto.
Día 6.
Llegamos a Penedo, una ciudad que se encontró tan bella en el XVIII que decidió no crecer más. Como una versión urbana de Peter Pan. Deambulando por la ciudad, entramos en un viejo caserón del XIX invadido por centenares de libros antiguos. Cenamos yacaré, el bacalao del San Francisco.
Día 7.
El barquero no entiende nuestro interés por el curso bajo del río. Son más de tres horas de recorrido. Aparecen los primeros manglares y la esbeltez de los cocoteros, como la nube de columnas de una catedral gótica. Y de repente, el manto de arena que deja el río casi a la desembocadura, decenas de kilómetros de dunas punteadas por palmeras. Hay momentos en los que ante la contundencia de la naturaleza, sólo cabe contemplar. Y callar.
Imágenes. David Marcos (AECI Brasil)
Comentaris
Las fotograf�as fant�sticas. Espero comentarios sobre ellas ... y sobre ese �ltimo paisaje maravilloso.
cOLLOOOOONS.... Què ràpid t'apuntes a Brasil i el que et costa un cafè brasiler a St Cugat!!!!
aiaiaiaiaiaiai
Molt interessant el viatge, quina enveja.
Saludos don:
Hace un siglo que no comento por su blog (sigo teniendo la manía de llamarlo de usted, hasta que me llamen de la comisión prefiero que me siga tuteando). Se acuerda de aquéllas discusiones eternas sobre el estatuto y el fin definitivo de españa? Bueno, aquí tiene mi opinión definitiva (ahora, mas informada)http://www.lorem-ipsum.es/blogs/laleydelagravedad/?p=9 . Odio decir esto, pero puede tomárselo como una retificación parcial.
Por cierto, a ver si me cambia el enlace que me he mudado.
Un saludo, ya veo que no pierde el tiempo.
collooooons!!!
Això es bo.
Ara, també torna l'energia socialista!
En realitat, és un cangançeiro aquells que robaven els rics per repartir-lo entre els pobres.
Mens rea
Ya estoy preparando el regreso para la primavera. Saudade...
Ignasi
Tinc un amic que em diu "Dioni", o sigui que deu ser el destí. Jo anava molt més pelat que ell, però al San Francisco no pots fer massa res amb diners.
Aquest cafè ja el poden anar escalfant... Busquem un dia de Nadal.
Reportera
No. La segona predicció és incorrecta. De moment, deixeu-m'ho en Brasil.
Pedro
Està bé. No m'agrada el noi que fa de gat al Club Súper Tres, ni la veu de la Jizuka de Doraemon, ni els partits de futbol de Tercera Divisió, no he vist ni un capítol de La Masia 1907, El cor de la ciutat em fa venir mal de cap, se'm fa massa curt el Polònia, no entenc per què Cànon i Arquitectures ho passen al 33 (són els millors), exigeixo que Mónica López sigui presentadora 24 hores i demano una versió catalana de Muchachada Nuí.
citoyen
Leí su artículo. Mi vanidad me hizo seguir el rastro de technorati hasta su redecorado blog. Debo decir que me sorprendió. No por el contenido, que ya me esperaba, sino por el diseño. Yo me imaginaba que usted tenía una estética asceta, como las huestes de Mao, y me sorprende con un niu louk muy logrado.
En fin. Me parece muy loable que haya visto la luz y reconozca que tenía razón. Recuerde que siempre debe dar la razón a las personas que tienen canas (sobre todo si tienen muchas) y a aquellas a las que te ves obligado a hablarles de usted.
Ignasi
El meu cos ja ha tornat. Però el meu cap, es troba encara a mig camí. La darrera informació és que feia escala a les Açores.
Socialista Power
Uf. He treballat molt, però torno nou com un jínjol.