Podemos y el trompeta de Ligia Elena
Yo no sé si ustedes conocen la historia de Ligia Elena. La cantaba Rubén Blades y explicaba la historia de una cándida niña de la alta sociedad, que se fuga con un trompetista de la vecindad. Ligia Elena renuncia a la mansión, a la fortuna de papá y vive una historia de amor con aquel músico que le ofrece acordes de cariño eterno. La canción no explica qué pasó después. Tras un año de tórrido amor, en un cuarto chiquito, aquello naufraga y el trompeta dejó de besar la espalda arqueada de la bella Elena. Ella vuelve a casa. Y papá y mamá respiran aliviados.
Lo que no sabe mamá mientras acicala su larga melena rubia es que ya nada será como antes. Ella no se casará jamás con Porfirio. Dejará de ir a las tardes de costura y no acudirá a los conciertos benéficos. No la veremos pasear en calesa y cambiará poco a poco sus largos vestidos por ropas más livianas. Lo que nunca sospecharon papá y mamá cuando recibieron a Elena en el porche de la mansión es que el trompeta había cambiado para siempre a su hija. Y ya nada sería igual. Ese es el destino de los músicos ambulantes.
Podemos es el trompeta de la política española. Y es posible que en un domingo de otoño, acabemos en el cuarto chiquito y humilde de los de Iglesias. Y aunque al principio las caricias sean dulces y los besos sinceros, pronto llegarán las primeras discusiones y se romperán los primeros platos. Podemos nació de un movimiento contra, de una explosión ciudadana de rabia y hastío. Es una constelación de protestas, que hacen buenos diagnósticos, pero no expenden recetas. Y su origen de protesta en la calle no es compatible con el despacho oval. Por eso, se multiplicarán los Monederos y un día serán más fuera que dentro. Y Podemos será Pudimos.
Volveremos a la vieja mansión de los partidos de siempre. Y allí nos recibirán con una mirada complaciente los unos y los otros. Lo que ellos no saben es que luego ya nada será igual. Y que después de un año en el cuarto humilde de los músicos de Podemos ya no habrá besamanos ni concordatos, ni desfiles ni palcos, ni qué hay de lo mío ni sé fuerte. Podemos no cambiará el país: Pero cambiará a los que cambiarán el país.
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