Smart City
El Google-Geely Car condujo al inspector Decker y a su ayudante hasta las instalaciones del Centro de Refinamiento Social (CRS), a las afueras de Apple Barcelone, en la el área de Audi L'H. Decker se identificó con el tono de su voz y penetró por el túnel azulado, mientras el ayudante le seguía asombrado unos pasos atrás. Llegaron hasta la celda 211-B. Allí estaba. Vestía un conjunto Roche y su pelo despeinado lucía mechas azul Twitter. Le miró con ojos desafiantes.
- ¿Por qué te interesa la ansiedad de los perros, Truman, tú que nunca has tenido una mascota?, preguntó Decker antes de sentarse a la mesa.
- Soy una persona inquieta, inspector. Abierta de mente.
- Por eso, realizas búsquedas sobre reproducción asistida, sobre el imperio otomano, sobre el vuelo de un boomerang.. ¿Sabes qué tienen en común estas búsquedas?.
- Usted dirá.
- Absolutamente nada. Ayer hiciste más de 25 búsquedas sin sentido durante casi una hora.
- El concepto de sentido está sobrevalorado, inspector, contestó Truman sin perder su tono desafiante.
- Tengo un listado con más de 1000 búsquedas absurdas en los últimos seis meses, listillo. Estás hasta arriba de mierda. Y eso no es todo.
Decker consultó el expediente en su tablet holográfico y proyectó los resultados sobre la pared azulada de la celda.
- Éste es el recorrido de tu vehículo hace una semana. Fuiste a un campo de trabajo manual, a un centro de tecnodependencia, a la sede de Qatar-British, al taller de drones de Cisco Mataró y al Observatorio de la Felicidad. En ningún caso llegaste a bajar del auto. ¿Quién hace más de 500 millas en un día sin poner los pies en el suelo ni un segundo?.
- ¿Un neoviajero?
- Alguien que intenta hackear al sistema, contestó Decker mirando fijamente a los ojos. El escáner de la respuesta corporal no registró nada especial cuando dejó que un inmenso silencio llenase la estancia. Truman parecía divertirse con la situación y, por supuesto, no mostraba ningún síntoma de preocupación. Decker volvió a consultar su expediente y lo proyectó sobre la pared, ahora color marfil.
- Registros de compra. Un billete de 10 dracmas. Pastillas contra el insomnio. Un deslizador. Un arpón ballenero. Un escáner de estupefacientes. Una sirena. Decker se enfureció mientras ojeaba las imágenes proyectadas en el muro. - Esto es una inmesa mierda.
- Últimamente me cuesta dormir. Y siempre quise pescar una ballena.
- Vete al carajo, niñato, explotó el inspector. Llevas un año hackeando al sistema. Haces búsquedas inútiles, sigues recorridos absurdos, compras objetos que no quieres. Y todo ¿por qué?. Porque quieres crear falsos registros. Estás creando errores en los tracks de tu comportamiento. Y eso es un delito muy grave.
- Todo nuestro sistema se sustenta en eso, prosiguió Decker. Detectar nuestras necesidades, nuestros itinerarios, nuestros deseos, ayuda a gestionar de forma eficiente las ciudades, a producir aquello que realmente necesitamos, a adaptar la máquina de la ciudad a la vida de las personas. Tu estupidez llevaría al caos. A los atascos, a los stocks, a neveras con leche caducada. Todo nuestro modelo social se basa en la inteligencia. Y la inteligencia no tolera las trampas, Truman.
- Me han encontrado. Eso nos enseña cómo confundir al sistema sin ser detectados. Nos refinaremos. Aprenderemos a pasar desapercibidos. A confundir al sistema. Perderá la habilidad de saber qué es hábito y qué es error. Somos demasiados, inspector. La batalla ha empezado y cada detección, cada interrogatorio, cada confinamiento será un nuevo dato, que nos hará cada vez más precisos. Y un día muy cercano, el sistema caerá. Y volverán los atascos, los stocks y las neveras vacías, es verdad. Entonces descubrirá que la inteligencia no resuelve los problemas: los problemas generan inteligencia. En un mundo sin errores no hay soluciones.
- Truman Burbank, en virtud del Código de Conducta queda usted detenido por los delitos de emisión de datos falsos, de conspiración y de terrorismo. El juicio automático le declara culpable con 0.87 puntos y le condena a 11,27 años de confinamiento en un centro de terapia social. Llevense a esta escoria de mi vista. Fin de la vista.
Decker y su ayudante salen del CRS y se introducen en el Google-Geely.
- Vayamos a comer. Fija las coordenadas de algún McVegan. Tenemos mucho trabajo. Esto es solo el principio, dijo Decker a su ayudante espigado y con las cicatrices del acné en sus mejillas.
- ¿No prefiere un nepalí?. Déjeme ver si hay alguno cerca. No lo hay. Vayamos a ese McVegan. ¿Pasamos por delante del Consulado Armenio?. Quiero ver si todo está en calma por allá.
Y fue entonces, en el tránsito lento y anodino por las calles de Apple Barcelone cuando Decker entendió que ya era demasiado tarde y que ellos ganarían la batalla. Y por un segundo, sintió la brisa emocionante de la libertad. Justo antes de estrellarse contra un Hummer Nestlé descontrolado, más allá de Tannhauser Gate.
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