Lo que no va a pasar en Cataluña
Pues para qué negarlo. La madeja catalana se ha enredado entre la caraja socialista, el bluf ciudadano, el hundimiento de Unió, la descomposición de Convergència y el no-sé-cómo-llamarlo de las CUP. Y no creo que haya nadie hoy en Cataluña que sepa cómo va a acabar esto. Yo tampoco, por supuesto. Pero les diré cómo no va a acabar.
En 2015 ocurrió algo inédito. La vía independentista rompió su techo de cristal y se acercó a los dos millones de votos. Una opción que no pasaba del 20% se ha aupado hasta casi la mitad de la sociedad. Y ahora déjenme hacer un pronóstico: Esa apoyo no es coyuntural, sino estructural. Por muy mal que lo hagan los partidos del sí (y creo que no pueden hacerlo peor), no van a bajar ya del millón y medio si las condiciones no cambian. Y vendrán tiempos mejores y peores, pero la demografía hará su trabajo y la generación del Club Súper3 (la versión catalana de los millennials) llegará un día u otro al 50%+1.
Es verdad que el independentismo tiene un problema, que es a la vez su virtud: la transversalidad. Como en el barco hacia Ítaca hay desde okupas hasta sala-i-martines, no queda muy claro de qué Ítaca estamos hablando. Les une la convicción de que hay que zarpar cuanto antes. Pero les separa todo lo demás. De manera que en cuanto se sueltan amarras, empiezan las discusiones sobre la ruta, el velamen, la carga e, incluso, el capitán. En Escocia, por ejemplo, el SNP unía la reivindicación nacional y un relato socialdemócrata que dibujaba un escenario concreto de país alternativo. Y lo mismo ocurre con los 'pequistas' de Québec, que proponen a la vez un nuevo país y nuevo modelo social. En Cataluña, este camarote de los hermanos Marx que son los independentistas proponen desde arcadias ultraliberales a territorios libertarios. Eso explica el vodevil de la CUP.
Lo importante ahora no son los resultados de marzo. Lo verdaderamente relevante es que cuando pase el tsunami y hagamos recuento de daños y perjuicios, los casi dos millones estarán ahí. Como diría Monterroso, el elefante no se habrá ido cuando despertemos. Y por mucho ji-ji ja-ja que ahora se reparta, el problema persistirá. Durante años. Y yo no sé si somos conscientes de lo que significa que la mitad de la sociedad catalana quiera irse (y la otra, es cierto, quedarse). No hay proyecto de Cataluña posible sin resolver esta ecuación. Ni proyecto de España posible. En otras palabras: O se afronta el 'problema catalán' o ni Cataluña ni España pueden crear un escenario futuro más o menos estable.
El problema en España no es el autismo del PP ni la ambigüedad socialista. Ambos responden a una lectura muy clara de la sociedad española. La inmensa mayoría de los españoles no tolerarán ni un gesto, porque lo traducirán como una cesión ante el chantaje. De hecho, los dos partidos traducen una visión mayoritaria en la que el proyecto federal, el modelo plurinacional y la reorganización de competencias y recursos no tiene cabida. El problema no es solo que los murcianos, los extremeños o los aragoneses no aspiran a un estado federal y plurinacional; el drama es que tampoco aceptarán un modelo asimétrico donde unos sean más federales que otros. El PP y el PSOE (y Ciudadanos) saben que no habrá reforma del Estado porque no hay demanda social que apoye esta reforma. Al contrario: Lo que hay es una mayoría social que premia la contra-reforma. Que aplaude la gesticulación recentralizadora.
Volvamos al principio. En Cataluña, la presión a favor de la independencia no remitirá. En España, la presión a favor de un desbloqueo no sucederá. No habrá un referéndum pactado. Ni habrá una declaración de independencia unilateral. Esto es como x2 + 1 = 0, una ecuación sin solución. Ni España cederá ni Cataluña se cansará. ¿Cómo va a acabar esto?. No lo sé. Les diré cómo no va a acabar: En la pantalla de inicio, con un independentismo residual y un nacionalismo moderado que fuerza a los presidentes a hablar catalán en la intimidad. La única posibilidad es que la fuerza centrífuga de la 'nueva política' cree un escenario constituyente que admita una solución pactada. De hecho, es evidente que la única salida posible es (al mismo tiempo), un nuevo modelo de estado donde la periferia se sienta también centro y un referéndum pactado que impida que las reformas sean solo cosméticas. Pero eso, ni usted ni yo lo veremos, me temo.
Comentaris
x2+1=0 tiene solución, pero es compleja.
Salut!
Obviamente, mi preferencia personal es por este segundo desenlace. En cualquier caso, no considerar una opción así, sino limitarse a extrapolar tendencias recientes hacia el futuro parece, más que nada, un autoengaño para justificarse a si mismo algo que uno no ve nada claro.
Nadie se acuerda de que el pasar del 20% al 50% empezó con el 'mensaje', al principio de la crisis económica, de que Cataluña tendría más dinero si no tuviera que dar tanto al resto de España?
Pues eso, y si, hemos sido todos indenpendentistas desde siempre... si, si
Pero estoy de acuerdo de que la generación del club Super3 es la que ha sido más tiempo manipulada, tanto que no recuerdan otra cosa.