JICHAPI JICHAXA

Esta madrugada, mientras intento cerrar temas atrasados y hojeo las ediciones digitales de los periódicos, me llega una bocanada de aire fresco desde Bolivia. Un hálito de esperanza. Evo Morales ha ganado las elecciones presidenciales en este país, mísero y abandonado, castigado por la historia y por más de cuatro siglos de explotación.
Evo demuestra el valor de la democracia. Un indígena humilde, hijo de padres analfabetos ("aún hoy se me hace extraño tener asistenta; yo mismo me lavo aún los calcetines y los calzoncillos" contesta en una entrevista reciente) dirigirá desde hoy el segundo país más pobre de América. Las dificultades del nuevo presidente son inmensas. Bolivia es un país azotado por la miseria, sin acceso al mar, en una orografía esquiva y con unas comunidades indígenas desplazadas del mundo. La esperanza de vida es de 50 años (casi los que tiene el nuevo presidente), tres cuartas partes del país viven en un grado de extrema pobreza, más de la mitad de los bolivianos no tienen acceso al agua y a la luz... Todo ello en un país que fue el principal productor de plata en el período colonial, y más tarde de estaño, goma o quechua.
Ahora es el gas. La principal propuesta de Evo es hacerse con este recurso estratégico. Intercambiar los actuales Contratos de Riesgo Compartido (que en realidad es una cesión del subsuelo) por el Régimen de Prestación de Servicios. Su programa va más allá e incluye facilitar a los campesinos el acceso a la tierra, la explotación de las reservas mineras, un programa de descentralización política, la erradicación de la corrupción o el respeto por las comunidades indígenas y su identidad cultural. Con Evo, líder del MAS (Movimiento al Socialismo) "ahora es cuando" o en el bello idioma quechua "jichipi jichaxa". Si cierro los ojos, la imagen de Bolivia que veo es una triste fotografía de Salgado. Quizás con Morales, otro país es posible. Hoy es el día de la utopía.