Nacionalismos (II)

Les decía que el concepto clásico de estado hace aguas. Me refiero a la idea de que toda nación necesita un estado y (recíprocamente) todo estado es la forma política de una nación. Yo creo que esto ya no funciona. Sin embargo, los estados son aún uno de los principales elementos de conflicto geopolítico contemporáneo. Esta paradoja me seduce. Me recuerda la obsesión por los títulos nobiliarios de la burguesía del XIX en el momento en que todo el aparato social que justificaba esos títulos se había desmoronado. Ser conde podía ser divertido, extravagante o sugerente; pero absolutamente inútil. Ése puede ser el destino de los estados. Un apósito folclórico, totalmente prescindible.

Les sugiero mi diagnóstico a pie de trinchera. ¿Por qué no funcionan los estados - nación?


El sentido de comunidad

El concepto de estado - nación se basa en el sentido de comunidad, una especie de goma arábiga que une de forma transversal una sociedad. Siempre he pensado que el principal agujero negro (ético y estético) de los estados son sus límites. Por definición, una nación fija una frontera que une a los que están dentro y excluye a los que están fuera (a no ser que sean turistas, claro). Ésta es la tesis central de la obra de Joan Nogué (1991) Els nacionalismes i el territori:
"Los nacionalismos son una especie de movimientos sociales y políticos muy
arraigados en el territorio, en el lugar, en el espacio. Además de operar
territorialmente, los movimientos nacionalistas interpretan y se apropian del
espacio, el lugar y el tiempo a partir de los cuales construyen una geografía y
una historia alternativas"
El principio básico del concepto de nación es el espacio. Podríamos decir que históricamente las comunidades (y por tanto, las naciones) son sociedades en lugares delimitados por fronteras. Sin embargo, en los últimos 20 años hemos asistido a una creciente desconexión entre comunidad y lugar. Digo esto desde un blog. Que forma parte de un agregador formado por blogs escritos en Madrid, en Cáceres, en Chile o en Sevilla. Soy de una comunidad que no tiene lugar. De hecho, Internet ha contribuido a crear un sistema de relaciones a-espaciales, una red de conexiones personales que no están sujetas a las leyes de la geografía. Cuando tengo ocasión, me gusta jugar una partida de ajedrez en el buho21, un programa que permite jugar on line con usuarios conectados en cualquier punto del mundo. La red ha roto la geografía. Y me refiero sobre todo a la geografía social, la creación del sentido de comunidad por criterios geográficos.

De todas formas, las tres uve dobles no son las únicas responsables de la fragmentación de las comunidades. La complejidad en la afirmación del individuo (cultura, religión, aficiones, referentes...) tiende a generar enlaces con comunidades creadas a partir de un tema común. Éste puede ser una ideología política (como el Partido Radical, que transciende las fronteras de un país), una actividad altruista (como la sensibilidad humanista de Amnistía), una confesión religiosa (como la secta de la cienciología) o una simple afición, de la fascinación por Tintín a la estética retro de los escarabajos, del placer de visitar museos a la estética freak de La Guerra de las Galaxias. No hablo del individualismo extremo ni del universalismo absoluto. Creo que las personas necesitan sentirse miembros de una comunidad para ser personas. El problema es que estas comunidades ya no tienen límites geográficos. ¿Para qué sirven entonces las fronteras?.


La efimeralidad

Las naciones también se basan en la vinculación entre los elementos afectivos del individuo y su territorio. La lenta biografía personal se va fijando en un paisaje y permite reforzar el sentimiento de pertenencia. Éste es mi lugar, porque es el lugar de mi infancia, el receptáculo de mis recuerdos. En segundo lugar, los individuos relacionan los lugares con su proyecto de futuro. Es la segunda relación afectiva necesaria: Éste es mi lugar, porque aquí quiero pasar el resto de mi vida, porque es el escenario de lo que tiene que pasar. Si se quiere, hay un tercer vínculo (mucho más presente en las comunidades tradicionales que en la sociedad moderna) que es el enlace del espacio con los antepasados. Éste es mi lugar porque es el lugar de mis ancestros.

Las naciones se han basado también en el vínculo emocional y afectivo entre la biografía y el lugar, entre identidad personal y espacio colectivo. El problema aparece cuando los individuos se mueven. Por eso, la inmigración incomoda el concepto tradicional de nación, porque de repente unos individuos están vinculados con unos espacios lejanos y no reconocen en sus espacios de acogida los elementos del pasado. Este conflicto se ha resuelto con la exaltación del proyecto de futuro. Para los inmigrantes, la nueva tierra no es el espacio de sus padres, ni de los recuerdos de su infancia, pero sí será el espacio de sus hijos. Esta lógica explica la adaptación de la inmigración de los 60 al paisaje catalán: en el fondo, hay un proyecto de vida y una apuesta por un mundo mejor.

Pero la sociedad contemporánea se caracteriza por una movilidad sin precedentes. Los individuos han entrado en una especie de zápping territorial, un nomadismo contemporáneo que crea una sensación de efimeralidad. Adrià nació en Menorca, estudió en Palma, trabaja en Barcelona y espera instalarse en Estados Unidos, aunque sólo por unos años. Estamos de paso en los lugares. Y si no lo estamos, dejamos siempre una puerta abierta al cambio, siempre está esperando el camión de la mudanza en la puerta de casa por si decidimos al fin ir "allá". Nadie puede afirmar con rotundidad dónde vivirá mañana. Ya no somos prisioneros de nuestra geografía. Nos sentimos, cada vez más, biografías nómadas.


La heterotopía

Admitamos que las comunidades ya no tienen una base territorial. Y que la relación entre biografía y lugar ha entrado en crisis. Podría existir un tercer ámbito en el que la concepción clásica de nación tuviera sentido. Es lo que llamaríamos la continuidad espacio - temporal. Yo soy de aquí porque es aquí y ahora donde vivo, duermo, leo, sueño o me emborracho. Diríamos que somos porque estamos.

Por desgracia, sabemos desde Foucault que esta continuidad espacio - temporal es ficticia. En realidad, vivimos una heterotopía. Vivimos en diversos espacios al mismo tiempo. El primer síntoma es el crecimiento exponencial de los desplazamientos residencia - trabajo. Escojamos un municipio: Parets del Vallès. De los 7.000 ocupados, sólo 2.500 trabajan en Parets y unos 4.700 trabajan fuera del municipio.; pero además 8.000 personas de otros municipios viajan cada día a Parets a trabajar. Si piensan que Parets es una excepción, pueden comprobar aquí el grado de movilidad de su municipio. De hecho, la movilidad laboral es sólo el principio. Los individuos han entrado en una suerte de zápping territorial. Hoy duermo en Barcelona, como en una restaurante de Mataró, acudo a un acto en el Bages y voy a un concierto en Aragón. Además, los estímulos geográficos externos incrementan la sensación de zápping: las noticias me trasladan on line a un conflicto, mientras que el móvil me permite hablar con un familiar de vacaciones en Francia, y juego al ajedrez con un argentino y visito el blog de un canadiense que habla de las focas árticas. La percepción del espacio cotidiano se ha transformado en un collage de lugares lejanos y cercanos (con una escala deformada), de forma simultánea.

Mañana les aportaré más argumentos apocalípticos sobre el fin de los estados. Por hoy ya les he castigado bastante. Mil perdones.

Comentaris

Anònim ha dit…
ostia Donaire. Vaya coñazo. No he entendido nada. Se levantó espeso.
Donaire ha dit…
Apreciado anónimo, tiene usted toda la razón. Y lo peor es que no he acabado. Como mínimo, he rpevisto un par de posts más.
La verdad yo también me aburro mucho haciendo posts sobre Foucault o Heidegger. Pero después de mi último post lúdico festivo, mi reputación estaba por los suelos.
Anònim ha dit…
Interesante su reflexión. Muy liberal en el fondo, aunque nos diga que no. Qué placer pensar en un único estado, leyes, las menos, movimiento entre lugares y personas, lo más. Quiza dentro de mucho inventen alguna pastilla para mitigar el instinto territoral.

De todas formas, su reflexión es, sobre todo, muy, pero que muy oportuna. No conviene pelearse por tontunas, que se nos cae el avión...
ecasual ha dit…
Es una exposición metódica, objetiva y necesaria.
Saludos
El Perdíu ha dit…
Fascinante tema, don-aire.
Creo que los Estados nación están en vías de extinción. La nación fue un invento de los Estados para dotarse de legitimidad a principios del siglo XIX, y su vida apenas ha sido de dos siglos. Por eso resultan tan patéticos los movimientos nacionalistas catalanes y vascos. Intentan construir... con cien años de retraso. Respecto a porqué ha perdido sentido, alguanas opiniones.
Respecto al sentido de identidad, lo que pasa en España no debe engañarnos. En otros países, donde el Estado nación sí se asentó, se nota menos. Lo que creo que ocurre es que la modernidad y la globalización rompen muchos de los (estúpidos) mitos en los que se basan las naciones, y ya no son tan fáciles de defender. Esa aceleración del tiempo histórico hace que no sea tan fácil de defender la vinculación de una persona con sus antepasados muertos y con los que están por nacer. La vida va más rápido, y se lleva eso por delante.
No soy tan opmitista. Tardarán en caer. pero la lealtad basada en vínculos nacionales desparecerá. Y los Estados se transformarán.
Yo sueño con "patriotismo constitucional". Lealtad a las normas, no a los mitos. Respeto a los individuos, no a las lenguas. Lealtad a los vivos, no a los muertos...
Lo que me temo, ya lo sospechaba, donaire, es que se ha equivocado usted de partido. Debería estar con el partido de los ciudadnos de botella y tal, y no con montilla, castells y los catalanistas de pura cepa, compitiendo con las camisas pardas de esquerra por ver quien hace país más rápido.
Respetuoso saludo
Alfons ha dit…
Benvolgut Donaire,
Els teus comentaris sobre nacionalisme m'han semblat molt interessants.
Voldria afegir que penso que cal diferenciar entre Estat i nació, tot i que en l'actualitat funcionen de forma conjunta.
M'explico, opino que la teva argumentació afecta sobretot a l'Estat, que es construeix sobre una realitat, és a dir, si tenim una burocràcia, exèrcit comú, lleis, i impostos, existeix, segons Weber, l'Estat. Això mateix permet argumentar que abans d'època contemporània no existeixen estats. Tampoc Espanya, sinó allò que hi ha és Espanya com a monarquia.
En canvi, les nacions estan molt més sustentades en identificacions que en identitats, segons Ucelay da Cal. Té part de raó. És a dir, la nació s'agafa en creences, més que no en realitats, per la qual cosa noves fidelitats que ultrapassen fronteres, en principi, no hauria d'afectar el nacionalisme.
A diferència de Da Cal, crec que el nacionalisme també arrela amb certa part de realitat. No tot són identificacions, sinó que també hi ha identitats, o sigui, que darrera l'ideologia nacionalista hi ha quelcom de real. Per la qual cosa, el fet que el món sigui més global, com afirmes, sí que pot afectar el nacionalisme.
Tanmateix, considero que el nacionalisme sobretot està basat en la identificació, és a dir, amb creences compartides que utilitzen símbols, banderes, un passat o fins i tot un paisatge imaginat.
En aquest sentit, i és allò que dóna força al nacionalisme, no és que tendeixi a desaparèixer, sinó que és veritablement fort.
El creixement del nacionalisme dretà a França fa uns anys amb Le Pen o avui a Dinamarca són només alguns exemples. I si no es va a més, és per la terrible experiència, i memòria dels feixismes que finalment per sobre totes les altres coses foren ultranacionalismes.
En fi, per això considero que la realitat, és a dir, el món global en poc podrà afectar al nacionalisme. La seva font de força és sobretot ideològica o de creença, moltes vegades dogmàtica, per tant és molt més una identificació que una identitat.
Per això, no podem cometre l'error de Marx, i pensar que no tindrà força en el futur, perquè s'ha demostrat que és i continuarà essent una ideologia capaç d'arrossegar individus fins a la mort, com demostren la Primera o sobretot la Segona Guerra Mundial, o la Guerra Civil d'Espanya en el bàndol franquista.
Cal, tanmateix, perquè és del tot antidemocràtic, denunciar els dogmatismes del nacionalisme (com també n'hi ha en altres ideologies, com per exemple la lluita de classes), per així afiançar-los en la democràcia. I alguns dels dogmatismes que acostumen a tenir són: creença d'un passat daurat i harmònic, pensar que la nació descansa en una base ètnica (com per exemple una sang determinada o uns cognoms). Això, a més de ser del tot fals, és absolutament antidemocràtic i totalitari. Una ideologia d'identificacions és a partir d'aquest camí que intenta sobretot imaginat que intenta apropiar-se d'un territori, que en realitat ha d'estar sempre regit per criteris com la raó, el diàleg o la democràcia.
Citoyen ha dit…
Me alegro de que usted llegue a las mismas conclusiones que yo.

Espero qeu tenga la bondad de aclararme porque las comunidades autonomas, como esa en la que usted vive, pretenden consagrar lenguas propias (no lenguas oficiales) cultura, historia, etc... Y porque lo considera usted licito.

Por cierto, todo esto tiene un problema. La filosofia politica, desde Rawls, pretende determinar que es justo. Sin embargo, parece que algun tiempo despues los comunitaristas plantearon la pregunta de por que narices damos por hecho que los ciudadanos actuan guiados por un sentimiento de justicia. Si no hay comunidad, no hay cooperacion. Hace quince minutos he acabado un libro muy bonito sobre el dilema del prisionero. Explica que en general, los individuos aplican la estrategia cooperativa con miembros de su propia comunidad (guiarse por un deseo de justicia) mientras que se guian por la estrategia de la desercion (el interes privado) cuando no pertenecen a la misma comunidad.

En otras palabras, sin comunidad no hay justicia. Como pretende usted arreglarlo? Yo propongo una solucion: propugnemos un etica ciudadana y cosmopolita, basada en el idealismo universalista en el largo plazo y en el realismo comunitario en el corto. Por supuesto, esto empieza por empezar a destruir las identidades comunitarias actuales y construir un concepto "laico" de ciudadania.
Oscar ha dit…
No me parece mal nada de lo que dices, Don-aire, pero tampoco tengo nada claro, como tú mismo dices, que vaya a cumplirse tu profecía. Más bien creo que no lo hará.

Los nacionalismos se defienden, y lo hacen muy bien. La cultura catalana intenta defenderse al ver cómo está a punto de pasar a ser minoritaria en su zona de influencia. También se defiende la cultura danesa (en su caso frente al inglés) y también lo harían la española o la francesa si se vieran en situaciones parecidas. Todas las circunstancias que indicas que podrían suponer el final del estado-nación algún día me parecen ciertas, pero no es menos cierto que todas ellas estimulan a los nacionalismos para conservar su identidad y la "propiedad" del territorio que se atribuyen, estén legalmente constituidos como estado o no. No sé quién ganará el pulso, si es que gana alguien, pero algunas identidades (llamadas nacionalismos desde hace relativamente poco) llevan siglos defendiéndose de intentos de asimilación y no lo han hecho nada mal por lo que parece. Yo creo que aguantarán.

España es un estado plurinacional para cualquiera con dos ojos en la cara, pero también en los últimos tiempos estamos viendo como el nacionalismo español se niega a hacerlo oficial de una vez por todas. También los estado-nación legales se defienden, aunque, como en el caso del español, lo de nación (en singular) sea más imaginario que otra cosa.

En resumen, que la aparente globalización en la que vivimos también está estimulando la necesidad de muchos pueblos de defender su supuesta identidad y su supuesta hegemonía en un territorio concreto, por muy ficticia que esta sea. No conozco los mecanismos internos que hacen que muchos individuos necesiten sentirse parte de una nación (no es mi caso), pero me parecen más vivos que nunca. No apostaré por tu profecía.

Feliz diada.
Saludos.
Anònim ha dit…
No estic d'acord en què l'estat com a ens organitzatiu estigui en crisi. Ni molt menys. Més aviat a l'enrevés, sinó fixa't: l'estat decideix: quina hora és (i va endavant i endarrere); exerceix el monopoli de la violència, la justícia, les lleis i la seva aplicació; ordena el territori sota la seva jurisdicció i ens té a tots controlats amb numerets. Mai l'estat havia estat tan eficaç a l'hora de recaptar impostos o controlar l'ensenyament. Per posar alguns exemples. Només cal fixar-se també en la resistència a crear una Europa dels pobles, i una ciutadania envers aquestes realitats nacionals. Als estats els costa anar més enllà de veure E com un club social, una extensió del seu poder. Fins avui, l'única cosa que escapa al seu control són les multinacionals: el capital a escala global. Aquest és avui el gran dilema dels estats, controlar l'economia, i d'aquí l'acceptació d'una moneda única per a E (menys els anglesos, clar).

Tampoc és la primera causa de conflictes, ara ho és la religió (com sempre des de l'aparició del monoteïsme)i els diners. Els conflictes netre estats són cosa d'occident, no pas de la resta del món un cop superat el colonialisme.

PPel que fa la concepte d'estat, és una herència de l'il·lustració i una evolució de les possessions nobiliàries del XIX que ni les revolucions burgeses ni el socialisme de la II internacional han aconseguit transformar més enllà de l'estat del benestar aconseguit en bona part des del comunisme.

Respecte la relació de nació i territori tampoc estic d'acord, tot i ser cert en casos com el català,no ho és en tots. Només cal recordar els jueus. Ara bé, és a evident que a yoyhom li agrada tenir una casa fixa.

El problema és barrejar conceptes, i avui per avui els estats majorment són plurinacionals, però s'han creat i consolidat amb una dialèctica totalitarista creada des d'una només de les entitats (la més poderosa)que ha intentat per tots els mitjans sempre esclafar les altres, les qual han estat vistes com "enemigas de la unidad" (en realitat altenatives de govern).

En tant a la ficció del concepte comunitat al qual fas referència de forma anarquitzant, et diria que l'home està fet per viure en manada, nosaltres en diem cultura, i, per tant, estem destinats a conviure en societats que anomenem com les anomenem, sempre estaran formades per semblants a nosaltres (i no vull dir només físicament).

Les nacions per tant no desapareixeran, els estats potser sí algun dia, però no les nacions.

Cal no confondre.
Donaire ha dit…
César

1. Negar la globalització (econòmica, social, cultural...) és una temeritat. Tu creus que els estats poden evitar l'alça de preus del petroli, la crisi de la pesca, la generalització de Harry Potter, l'us massiu de Google o flickr, la moda de les ulleres de pasta, la grip aviar, els parcs temàtics, la cultura Disney, la contracultura, la capacitat de seducció d'Angelica Jolie, l'èxit de Doraemon, la moda del cotxes nipons, els restaurants japonesos, els Caprabo, el gaspatxo, les declaracions del Papa, els cayucos, els TRident sense sucre, els partits de l'NBA, l'escalfament del planeta, la pluja àcida, la colonització dels musclos zebra i dels crancs americans, els tatoos en el penis o l'èxit internacional de les Tres Bessones?. Els estats no serveixen per controlar el món.

2. Per cert, l'hora no la decideix l'Estat. La Directiva 2000/84/Ce determina el canvi d'horari europeu que és practicat per tot el continent (Unió Europea o no) excepte Islàndia.

3. Tampoc té el monopoli de la violència (els Cascos Blaus, l'OTAN, el terrorisme islàmic o ETA també usen la violència) ni de la justícia (La Haia, els tribunals internacionals, Garzon, Pinochet...) ni l'ordenació del territori (vegi's País Valencià i Unió Europea).

4. Jo també penso que estem fets per viure en ramats. La diferència és que el ramat me'l vull triar jo, no vull que me l'imposin. Tinc més afinitat amb un blogger de Madrid o amb un escaquista del marroc o un geògraf quebequès que amb la senyora que aquest matí parlava davant meu en el súper dels moros, la pudor i la pena de mort. Jo no comparteixo la cultura d'aquesta senyora. No vull estar en el seu ramat.



Llavors tu creus que poden haver-hi nacion sense estat
Anònim ha dit…
és injusto que por fàbricas i tanta contaminacion aya tantos problemas an de acer algo

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