Hiperrealidades

El Parque de la Paz de Hiroshima está situado en el epicentro donde estalló la bomba atómica aquel día de 1945. A los pies del lago, sobresale un gran edificio en ruinas, sin cristales, coronado por la estructura de una cúpula, que es hoy un importante centro turístico. Lo cierto es que aquel día de 1945, la bomba arrasó toda la zona donde ahora se sitúa el Parque, El edificio que fotografían miles de turistas es en realidad una nueva construcción realizada años más tarde, con la apariencia de una estructura devastada y la fachada cubierta por una fina capa de ceniza. David Brown ha bautizado estas representaciones de la autenticidad como “falsos genuinos”.

Umberto Eco las llama hiperrealidades. En un libro de viajes publicado en L’Expresso, Eco analiza el Fisherman’s Wharf, Disneylandia, Madonna Inn (“imaginemos –escribe- que Piacentini, mientras hojea un libro de Gaudí, se ha tomado una dosis excesiva de LSD y se dispone a crear la catacumba nupcial de Liza Minelli”), el Castillo de Hearst o el Palacio de Living Arts de Buena Park. Parémonos en el Palacio; entre sus piezas (una versión 3D de la Gioconda, una muestra en cera del universo de Van Gogh, Van Gogh incluído...), Eco destaca una Venus de Milo con brazos. No se trata de una reproducción que intenta emular el original, sino una copia que manifiesta abiertamente su condición de pastiche. Más aún. La Venus replicante con sus brazos es una versión mejorada de la Venus replicada. Eso es la hiperrealidad: las reproducciones (manifiestamente inauténticas) aspiran a superar su original, como los replicantes de Blade Runner.

Los lugares turísticos son cada vez más los escenarios de los “falsos genuinos” o si se quiere de la hiperrealidad. No me refiero a los parques temáticos. En estos complejos la hiperrealidad es un juego pactado entre los visitantes y el espacio visitado. Las reproducciones de las geografías lejanas (nunca a una escala 1:1) están cerradas en un recinto de emociones controladas, en el que el visitante acepta el engaño y pasea por China como si efectivamente pasease por China.
Hoy los espacios temáticos han desbordado los límites de sus parques. La lógica de los espacios simbólicos (del “estar como si estuvieras”) ha penetrado en los recientos arqueológicos (las cuevas de Altamira), las antiguas minas (Cardona o Riotinto), escenarios de películas (La vida es bella o Los puentes de Madison), o literarios (Soldados de Salamina), las fábricas (Ghiradelli Square) o los centros comerciales (el West Edmonton Mall o Metrocentre). Estos nuevos espacios turísticos son re-construcciones de otros lugares u otros tiempos y se estructuran como falsos genuinos.

El último episodio de la hiperrealidad en el turismo es su progresiva instalación en aquellos espacios que aparentemente salvaguardan su autenticidad. Es fácil ver que la operación del Port Vell de Barcelona sigue la lógica de los espacios simbólicos, no sólo por su concepción integral, por el abuso del diseño o por la marcada frontera entre “dentro” y “fuera”, sino sobre todo porque ha descontextualizado la relación entre las piezas del patrimonio y el conjunto espacial en el que se integran. También los espacios naturales (Cornwall o el Pays du Fou) o las ciudades históricas (Edimburgo o Manchester) empiezan a incorporar algunos de estos procesos. Mientras, Venecia se vacía de residentes a la misma velocidad que se llena de visitantes; quizás dentro de unos años la ciudad será sólo un espacio turístico como si fuese Venecia.

Comentaris

Anònim ha dit…
Tengo una intuición, Don Donaire. Está usted tan poco cómodo con la situación política de su partido, que en vez de hablar de lo bueno que es Montilla o lo bien que lo hace el Sabaté se dedica a hablar de pan con tomate, de goles y de turismo.

Pues eso que ganamos sus fieles lectores.
Euphorbia ha dit…
Això que comentes em recorda un llibre que si no l'has llegit, te'l recomano : "El estilo del mundo" de Vicente Verdú.

Un petó,
Gemma

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