10 consejos para tus viajes


Viajar es una ventana abierta a lo extraordinario. Una oportunidad para vivir pequeños fragmentos de felicidad. De todas formas, es fácil caer en los muchos males de los viajes: la rutina, el cansancio, la frustración, la desidia o, en el mejor de las casos, la sensación que todo ha pasado demasiado rápido. Cada viaje es un universo y cada viajero un mundo, de manera que no hay recetas universales. Sin embargo, tal vez estos consejos puedan serte útiles justo ahora, que llaman a embarcar a tu vuelo.

Sé flexible. Aunque es bueno que los viajes tengan un programa, muchas veces las sorpresas nos asaltan de imprevisto. Un lugar que no prometía se convierte en un paraíso, un parque apartado pasa a ser el centro del viaje, una ruta casi espontánea deviene el único camino posible... Viajar es estar preparado para modificar el itinerario, ampliar los días, incorporar compañeros de viaje o descubrir nuevas fronteras. Cuanto más abierto, cuanto más flexible, mejor se adaptará el viaje al ritmo de los imprevistos del destino.

Desacelera. Los viajes pecan de una extrema velocidad, el síndrome "si hoy es martes, esto es Bélgica". Hemos depositado tantas esperanzas en estos días, que nos aterra el tiempo muerto. Y para compensar el horror vacui, llenamos la agenda de monumentos, ciudades, calles, islas y fiestas. Además de agotarnos y generar el estrés del viajero, esta velocidad nos impide sentir el valor del instante, que es la más valioso del viaje, la sensación de estar aquí y ahora. 

No tiene sentido conocer una plaza en unos pocos minutos. Para dotarla de sentido, debemos pasearla, perdernos por ella, reconocer sus detalles, vivir sus jornadas, reconocer sus habitantes,... hacer de la plaza un hábitat efímero. Más que una suma infinita de monumentos vacíos, unos pocos lugares dotados de sentido.

Aligera. La mejor maleta es la que tiene la mitad de las cosas que habíamos previsto. El viajero es un nómada a tiempo parcial y los nómadas saben que deben escoger muy bien sus hatillos. Siempre podemos lavar la ropa o adquirirla en el destino. Seguro que no necesitaremos tantos gadgets, ni libros, ni remedios contra el horror al vacío. Cuantos menos substitutos llevamos, más oportunidades daremos al lugar para llenar nuestro tiempo.

Desconecta. Viajar quiere decir entrar en un nuevo universo y sentir la experiencia de estar en una realidad alternativa. El verdadero valor del viaje es ése: Sentir que estamos en un espacio extra-ordinario, fuera de los ordinario, lo que nos invita a vivir experiencias también extra-ordinarias. Eso exige cortar con el cordón umbilical que nos une con lo local. No necesitamos saber cada día cómo evoluciona el fichaje del jugador del equipo local ni la última declaración del político de guardia. Desconectar quiere decir, literalmente, perder la conexión y no recuperarla hasta el regreso. 

Desenchufa. Una de las formas más eficaces de desconectar es forzar unas vacaciones lo más unplugged posible. No es necesario escribir cada nuevo paso en el facebook ni reportar el viaje en el twitter. Dedicar unos pocos minutos día a actualizar nuestras redes sociales debería ser suficiente. 

Aíslate. Viajar solo es una experiencia que todo el mundo debería acometer al menos una vez en la vida. En todo caso, si tu viaje es en pareja, en familia o en grupo, regálate cada día un momento exclusivo para ti. Exige un momento en el que puedas saborear el destino a solas, sin espectadores ni agotadoras negociaciones. Esto es especialmente necesario para las parejas: Pasar de un relación casi virtual a 24 horas al día de contacto puede ser una sobredosis con efectos secundarios imprevisibles. ¿Por qué no os regaláis una tarde a solas?. Tal vez coincidáis en la misma fiesta nocturna.

Conversa. Más allá de los paisajes, de las fortalezas, los barrios antiguos y las islas, los lugares son sobre todo continentes de historias. Los destinos nos ofrecen la oportunidad de conocer formas de vida, miradas, cosmologías, rituales, tópicos o ideas que merecen ser conocidas. Y la forma más fácil de acceder a las historias de un destino es conversar con sus propietarios, los habitantes. Conversar es un arte: Requiere ganar la confianza, crear un clima de reciprocidad, acertar con el interlocutor y, sobre todo, saber escuchar. Deberíamos medir los viajes a partir de las conversaciones que hemos podido mantener, aquello que hemos aprendido de los otros.

Prueba. Ante la duda, hazlo. Tocar un instrumento musical, hacer una vía ferrata, prepara un plato exótico, aprender un canto, rezar, sentir el tacto de la tabla de surf... Durante el viaje, tenemos tiempo y ánimo. Es una excelente oportunidad para afrontar retos personales, descubrir pasiones que nunca has tenido la oportunidad de testar.  

Escápate. El turismo tiende a crear una película protectora que aísla a los turistas de los residentes. Son calles o barrios comerciales y turísticos, con precios elevados, menús internacionales, tiendas turísticas y terrazas abarrotadas. Escaparse de esa burbuja, permite conocer los restaurantes locales, las tiendas con precios razonables y, lo más interesante, la vida que bulle fuera de las calles turísticas. El riesgo es acabar en barrios anodinos o lugares sin ninguna gracia, pero vale la pena escaparse y probar fortuna. Guiarse por el instinto y seguir a los locales son dos herramientas siempre útiles.

Repite. Hemos entrado en una absurda competición de lugares inéditos, como si fueran los cromos de una colección. Y nos da pereza repetir un lugar donde ya hemos estado, porque "ya lo hemos hecho". Repetir nos permite saltarnos el protocolo de la primera visita y descubrir los rincones que se abren solo después de paciencia, conversaciones y una cierta insistencia. Entiendo el valor de la novedad y de lo inédito, pero deberíamos valorar también la importancia de visitar ese lugar, en el que ya nos orientamos y que podemos saludar a un vecino por la calle.

Hay una forma sencilla de saber si, finalmente, el viaje ha valido la pena. Cuando notes que vuelves con un extraño: tú mismo. Cuando a tu regreso ya no eres exactamente como eras cuando te fuiste. Aunque nada transmite mejor la pasión del viaje que este anuncio, que resume el valor de lo extraordinario. 

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