Cuéntame cómo pasó
Ha sucedido en un instante. Estaba repasando un documento antes de entrar en una reunión. Ya saben, de ésas de power point y material de soporte. Decidiendo el tono justo de las palabras y los objetivos básicos. Memorizando las estrategias. Y entonces sucedió... Alguien estaba escuchando los indios tabajara lo suficientemente alto como para que yo lo percibiese.
Esa canción está impregnada en mi memoria como un tatuaje en el almacen de recuerdos. Lo primero que percibí nítidamente fue el olor. El humo de los cigarros y puros de papá se iba depositando en la tapicería como sedimentos de nicotina. Los viajes olían a Ducados mezclados con escai. Íbamos los cinco (Juanje, Javi, Mercedes, el pequeño Jorge y yo mismo) apretados en la parte trasera del 124. El sol entraba por todas las rendijas del coche y llenaba la pequeña estancia de agosto. Mientras, mamá sostenía el casette a pilas en su regazo y saltaba de los Payasos de la Tele a Nino Bravo o a los indios tabajara. 1.200 kilómetros en pleno agosto entre la Costa Brava y Extremadura, pasando por el epicentro de Madrid. Los indios tabajara son la banda sonora de los Monegros sin planes de regadío, de la dehesa extremeña casi infinita, de los restaurantes de lomo con patatas y helado de vainilla, del tránsito en Calatayud o Talavera de la Reina, del polvo de Castilla o del atasco infinito de Madrid.
Entro en la reunión con una extraña sensación de calor. La sala de reuniones me parece ahora muy pequeña y sueño que me escapo por Bujaraloz, lejos. Siempre al sur. Al espacio imposible de los recuerdos.
Esa canción está impregnada en mi memoria como un tatuaje en el almacen de recuerdos. Lo primero que percibí nítidamente fue el olor. El humo de los cigarros y puros de papá se iba depositando en la tapicería como sedimentos de nicotina. Los viajes olían a Ducados mezclados con escai. Íbamos los cinco (Juanje, Javi, Mercedes, el pequeño Jorge y yo mismo) apretados en la parte trasera del 124. El sol entraba por todas las rendijas del coche y llenaba la pequeña estancia de agosto. Mientras, mamá sostenía el casette a pilas en su regazo y saltaba de los Payasos de la Tele a Nino Bravo o a los indios tabajara. 1.200 kilómetros en pleno agosto entre la Costa Brava y Extremadura, pasando por el epicentro de Madrid. Los indios tabajara son la banda sonora de los Monegros sin planes de regadío, de la dehesa extremeña casi infinita, de los restaurantes de lomo con patatas y helado de vainilla, del tránsito en Calatayud o Talavera de la Reina, del polvo de Castilla o del atasco infinito de Madrid.
Entro en la reunión con una extraña sensación de calor. La sala de reuniones me parece ahora muy pequeña y sueño que me escapo por Bujaraloz, lejos. Siempre al sur. Al espacio imposible de los recuerdos.
Comentaris
Lo firmo. Siempre Sur.
Alfonsina y el mar ... Boquita de cereza ... etc....
Lo mejor de los recuerdos es poder escucharlos. La banda sonora de la niñez.
Naya
Je. Ya veo que sabes de lo que hablo. ;-)
Sinmás
El sur. La verdad es que era el sud-oeste: el Poniente. Salíamos cuando el sol aún estaba bajo y me gustaba la sensación de correr con el sol.
Ignasi
Boquita de cereza. Besa que besa boquita de cereza, sueña que te sueña que no eres para miii. Això són paraules majors.
Núria
Ni que lo digas... Ni airbag, ni cinturón, ni ABS, ni aire acondicionado, ni CD (ni radio), ni GPS, ni autovía... Los 124 ya sólo se ven en los rallies de época.
jodeeeeeeeeeeeeeeeeeer!!!
Cuánto recuerdo...